Para Marcelo de Araujo Andrade, de Prysmian Group, cada día lejos del 5G es un día que el país pierde en competitividad y aceleración de su economía.
Por Marcelo de Araujo Andrade, vicepresidente de negocios de telecomunicaciones, Prysmian Group Latinoamérica.
Imagine que, en cualquier parte de Costa Rica, usted cuenta con 99,9% de disponibilidad de internet, por medio de una red con 1.000 veces más ancho de banda y una velocidad 100 veces más rápida que la que tiene actualmente.
Piense que, en su trabajo, la conectividad permite la asignación dinámica de recursos, lo que facilita muchas tareas. En ese mismo mundo imaginario, podría existir un uso optimizado de activos y edificios, por medio del monitoreo de energía, para reducir costos y promover la sostenibilidad. En su casa, el internet de las cosas sería algo del día a día, a través de las funciones automatizadas de sus electrodomésticos y otros dispositivos.
Las máquinas también se encargarían de facilitar la colaboración en las organizaciones a través de herramientas mejoradas de comunicación. Miles de personas usarían sus dispositivos móviles simultáneamente, a velocidades más altas y sin interrupciones (como, por ejemplo, en su concierto o partido de fútbol favorito). Avances como la telemedicina, habilitarían la atención en salud remota, particularmente en áreas rurales.
En este escenario, se podrían instalar puntos de acceso a internet inalámbricos, que llevarían conectividad a todos lados, incluso hacia áreas remotas. También habilitaría las ciudades inteligentes, con sus redes de energía, seguridad, vehículos autónomos, transporte y sistemas de agua eficientes y automatizados.
Aunque parece extraído de una película o serie futurista, todo esto sucederá en Costa Rica. No obstante, depende de tan solo un (complejo y sofisticado) factor: 5G, y el país todavía está en etapas tempranas de la carrera por su implementación.
Vea también: El 5G y su rol en una era digitalizada
5G: otros tres retos para correr hacia el futuro
Según el Ericsson 2019 Mobility Report, apenas un 11% de América Latina tendrá 5G disponible en 2025 y continuará dependiendo enormemente no sólo de 4G, sino de tecnologías aún más obsoletas (como 2G y 3G). En contraste, en América del Norte, 5G abarcará un 75% de las tecnologías móviles, mientras que 4G ocupará un 25%.
Costa Rica no escapa en lo absoluto de esta realidad. Se calcula que será cerca de 2025 cuando se puedan apenas lanzar servicios en esta red, de acuerdo con la Asociación Cámara de Infocomunicación y Tecnología (Infocom). Cada día que nos aleja del 5G, como país, es un día que perdemos en competitividad y aceleración de nuestra economía.
¿Qué hace falta para implementar esta tecnología?
Un primer aspecto es el de la disponibilidad. La red 5G requiere una arquitectura nacional sumamente sofisticada, que no solo depende de una mayor cantidad de antenas, sino de antenas nuevas, diferenciadas de las que se usan para 4G. Lo mismo sucede con el cableado. Los cables más avanzados que, por cierto, fabricamos en Latinoamérica, concentran más fibras ópticas en menor diámetro y tienen ocho a 10 veces más fibra en un mismo kilómetro de cable.
Otro reto clave es el desconocimiento en el consumidor, que es quien adoptará y usará la tecnología y un primer paso en ese sentido es que los futuros usuarios comprendan desde ahora los beneficios del 5G, además de todos los servicios relativamente nuevos y desconocidos a los que tendrán acceso. Este conocimiento les permitirá tomar decisiones informadas, invertir en dispositivos compatibles con 5G a tiempo y, en su debido momento, en el valor de los planes de datos que estarán disponibles.
Estos retos crean vías de acción y acuerdos entre los actores públicos y privados, que tienen la voluntad y las capacidades para superar cada barrera. Uniendo fuerzas para potenciar todas las oportunidades que nos permitan acelerar el paso y ser pioneros en la carrera hacia la red 5G en América Latina.
Comentários