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¿Qué demonios pasa en OpenAI?

La creadora de ChatGPT, el fenómeno de IA más exitoso de la historia, atraviesa una profunda crisis interna que habría tenido como detonante un polémico descubrimiento disruptivo. Las idas y vueltas de Sam Altman, su nueva situación de poder y el posible advenimiento de la (¿peligrosa?) "inteligencia artificial general".

La compañía detrás de ChatGPT, el fenómeno de inteligencia artificial más exitoso de la historia, atraviesa una crisis interna tan viral como su propia creación. El despido, amague y regreso de su director ejecutivo, Sam Altman, junto con rumores sobre un secreto desarrollo disruptivo (¿y peligroso?) de IA, han puesto bajo la lupa a esta empresa clave de presente y futuro tecnológico.


Todo comenzó el pasado fin de semana cuando Altman, de 38 años y considerado el niño prodigio de la IA, fue abruptamente expulsado de la firma que él mismo cofundó en 2015. Si bien la junta directiva no dio explicaciones concretas sobre esta drástica decisión, trascendió que Altman venía protagonizando enfrentamientos internos por la dirección comercial de la compañía y el ritmo de lanzamiento de nuevas herramientas basadas en modelos de lenguaje avanzados.


La noticia provocó un cimbronazo en el ambiente tech y, en especial, en OpenAI: más de 500 empleados, incluidos investigadores clave del famoso modelo ChatGPT, amenazaron con renunciar en solidaridad con Altman, que durante horas amagó con sumarse a Microsoft (uno de los principales capitalistas de OpenAI). Pero, cuatro días después de la controversia, Altman regresó como CEO de la firma.



Pero medios como Reuters y The Information revelaron que la crisis tiene causas más profundas, como el desarrollo de una nueva y disruptiva herramienta de IA llamada Q* (se pronuncia Q-Star) por parte del equipo de investigación de OpenAI que despertó preocupaciones. Según Reuters, en una carta dirigida a la junta directiva, los científicos advirtieron sobre los peligros potenciales de este algoritmo en términos de razonamiento avanzado, similar a lo que se conoce como "inteligencia artificial general" (AGI, por sus siglas en inglés). Los rumores indican que el proyecto Q* consistiría en optimizar los modelos actuales de IA para mejorar sus capacidades "de razonamiento" con la meta última de realizar trabajo científico. De esta forma, una herramienta como ChatGPT podría eventualmente llevar a cabo innovación y hasta hallazgos propios.

Fuentes anónimas señalaron que Q* representaría un paso más hacia la capacidad de una máquina de igualar el intelecto humano mediante aprendizaje y comprensión contextual del mundo real. A diferencia de sistemas limitados a tareas específicas, una AGI puede generalizar conocimientos, aprender continuamente y razonar ante nuevos desafíos como lo haría una persona.

Justamente, los investigadores que escribieron la polémica misiva al directorio habrían alertado sobre los riesgos asociados a una herramienta tan potente, sumándose así a las voces de especialistas como Elon Musk y Nick Bostrom que vienen advirtiendo hace años los peligros de una "superinteligencia" artificial.


La información ha avivado el debate ético sobre los riesgos de comercializar tecnologías de IA sin antes analizar sus implicaciones. Precisamente este enfoque gradualista era la postura del exCEO, mientras que la junta apostaba por capitalizar rápidamente el éxito de ChatGPT.


Con su regreso como CEO, se especula que Altman tendrá mayor margen de maniobra en las decisiones estratégicas de OpenAI. Pero también estará bajo una lupa más exhaustiva, ante las dudas que genera la concentración de poder en una sola persona dentro de una compañía que está redefiniendo la IA a nivel global.


Para contrarrestar esto, la empresa anunció una renovación en su junta directiva. Entre las incorporaciones se encuentran el ex co-CEO de Salesforce, Bret Taylor, como presidente, y el economista Larry Summers, que supo ser Secretario del Tesoro de Estados Unidos y ha manifestado públicamente sus reparos sobre el impacto laboral de tecnologías como ChatGPT.


Con estos cambios de timón, lo único claro es que OpenAI sigue navegando en aguas muy convulsionadas. El desenlace de esta crisis interna marcará el devenir de una de las firmas tecnológicas más influyentes y valiosas de la actualidad. Una compañía que ostenta el cetro de la inteligencia artificial pero que, paradójicamente, no ha podido gestionar sus propias tensiones internas.


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