El "Dream Team" de Meta: fichajes millonarios y secretos de laboratorio
- Malka Mekler
- hace 5 días
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Los elegidos, parte de una lista secreta, tienen acceso a tecnologías, infraestructuras y problemas que redefinirán los límites del pensamiento artificial.

En el corazón de Silicon Valley, un fenómeno silencioso está redefiniendo el futuro de la inteligencia artificial: una lista confidencial de talentos élite en IA que el propio Mark Zuckerberg ha construido durante meses. Según The Wall Street Journal, se trata de una operación de reclutamiento sin precedentes que apunta a formar un equipo capaz de crear inteligencia superhumana.
"La Lista", como la llaman entre ingenieros y científicos, incluye a investigadores de campos como visión computarizada, aprendizaje automático a gran escala y reconocimiento automático del habla. Muchos provienen de instituciones como Berkeley, Stanford o Carnegie Mellon y han pasado por laboratorios de alto nivel como OpenAI, Google DeepMind o Anthropic. Son jóvenes, brillantes, y han dedicado su carrera a resolver problemas complejos con cantidades colosales de poder computacional. Hoy, su conocimiento técnico se convierte en el recurso más valioso de la industria.
Meta ofrece paquetes de hasta US$100 millones para atraerlos a su nuevo laboratorio de superinteligencia. Zuckerberg no sólo participa personalmente en las negociaciones, sino que lidera un chat interno con ejecutivos de la compañía, bautizado “Recruiting Party”, donde analizan estrategias para contactar a estos talentos, revisando sus papers y citaciones académicas como si fueran estadísticas deportivas.
El objetivo de Meta es claro, quieren construir modelos que superen la capacidad cognitiva humana, tras un tibio recibimiento de su modelo Llama 4. Para lograrlo, Zuckerberg reclutó figuras como Lucas Beyer, ex DeepMind y fundador de la sede de OpenAI en Zúrich, quien confirmó recientemente que se unirá a Meta junto con sus colegas Alexander Kolesnikov y Xiaohua Zhai. “Sí, nos uniremos a Meta. No, no obtuvimos US$100 millones”, escribió Beyer en X.
Pero la competencia es feroz. OpenAI, Anthropic y otros laboratorios han comenzado a blindar sus equipos con acceso restringido, pisos separados, persianas cerradas y entrevistas en salas donde se bloquean señales electrónicas. Incluso se realizaron sesiones informativas con el FBI sobre riesgos de espionaje.
Lo que diferencia a estos investigadores no es sólo su formación técnica —cálculo, álgebra lineal, teoría de probabilidad y doctorados en áreas específicas—, sino su posición estratégica en la historia de la IA. Muchos comenzaron sus carreras cuando estos temas eran considerados irrelevantes. Hoy, su trabajo alimenta modelos generativos, agentes multimodales y motores de video a partir de texto como Sora, de OpenAI.
Aunque las sumas millonarias son tentadoras, el incentivo principal es el acceso a infraestructuras masivas como chips, centros de datos, datasets exclusivos y libertad para experimentar. Como explicó Alexei Efros, profesor de UC Berkeley “el objetivo nunca fue hacerse millonario, sino resolver problemas interesantes, importantes y no resueltos”.
En medio de este ajedrez corporativo, los protagonistas de “La Lista” comparten información, se coordinan en grupo y negocian en bloque. Algunos se mudan. Otros se quedan. Pero todos saben que, en este juego, el verdadero poder no está en los algoritmos, sino en quienes los entienden mejor que nadie.