Empoderando a los trabajadores para garantizar una tecnología confiable
- Malka Mekler
- 27 ene
- 2 Min. de lectura
La confianza digital depende de la participación activa de los trabajadores en el desarrollo tecnológico y de un enfoque ético que respalde derechos y valores laborales.

La confianza digital se erige como un pilar esencial en el desarrollo e implementación de tecnologías, y su sostenibilidad depende de un enfoque ético que coloque a los trabajadores como protagonistas tanto en la creación como en el uso de estas herramientas. Este concepto, como señala el Foro Económico Mundial, no solo requiere cumplir con estándares como seguridad, confiabilidad y uso responsable, sino también garantizar la participación activa de los trabajadores en las decisiones tecnológicas, con un énfasis en el respeto a sus derechos y valores.
La tecnología ética no puede desvincularse de las condiciones laborales. Las prácticas de “mejora digital” deben evitar perpetuar desigualdades en las cadenas de suministro o deteriorar el entorno laboral de quienes interactúan con estas innovaciones. La supervisión transparente y la inclusión de los sindicatos en los diálogos sociales son esenciales para prevenir que la introducción de nuevas tecnologías erosione la confianza en el lugar de trabajo.
El rol de los trabajadores como “sistema de alerta temprana” es especialmente relevante. Gracias a su cercanía al desarrollo y uso de la tecnología, poseen información crítica para garantizar la auditabilidad y la transparencia. Este papel no solo previene errores técnicos o éticos, sino que fortalece la relación entre empresas y consumidores al demostrar que las tecnologías desarrolladas son confiables desde su núcleo.
En este contexto, la equidad emerge como un componente central. Los trabajadores no solo perciben y denuncian prácticas tecnológicas injustas, sino que también contribuyen activamente a establecer estándares éticos. La comunidad de código abierto ofrece un ejemplo ilustrativo, donde la revisión colectiva minimiza fallos y refuerza la calidad de los productos tecnológicos.
Integrar a los trabajadores en las decisiones sobre cómo se implementan las nuevas tecnologías no es solo una estrategia ética, sino también una garantía de éxito para las empresas. Al fomentar un diálogo continuo con los sindicatos y permitir que los trabajadores desempeñen un papel activo, las organizaciones no solo protegen derechos fundamentales, sino que también construyen un ecosistema de confianza que fortalece su reputación y competitividad.
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