La IA avanza a toda marcha, pero el público quiere pisar el freno
- Redacción IT NOW
- hace 2 días
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Aunque Silicon Valley acelera hacia la inteligencia artificial general, la mayoría de los estadounidenses prefieren un enfoque más cauteloso. El último sondeo revela una profunda brecha entre la narrativa corporativa del “todo o nada” y las expectativas de la ciudadanía.
El vértigo del desarrollo de inteligencia artificial no enamora a todos. Mientras empresas tecnológicas, inversores y gobiernos compiten por liderar la carrera global de la IA, la ciudadanía estadounidense parece tener otro mensaje: vayan más lento, pero háganlo bien.
Según el reciente estudio Axios Harris 100, el 77% de los estadounidenses prefiere que las compañías avancen con cautela en la creación de sistemas de inteligencia artificial, priorizando la precisión sobre la velocidad. Solo el 23% está dispuesto a aceptar errores y riesgos si eso significa llegar antes a los grandes avances. En otras palabras, el relato de una competencia implacable por la supremacía tecnológica no convence a la mayoría.
La visión conservadora no distingue mucho entre generaciones, aunque hay matices: el 91% de los baby boomers y el 77% de la Generación X piden freno, mientras que el apoyo al enfoque pausado baja al 63% entre los millennials, pero vuelve a subir al 74% entre los centennials (Gen Z), paradójicamente la generación más familiarizada con la tecnología desde la cuna.
Una carrera que no todos quieren correr
En el epicentro de esta frenética carrera están nombres como OpenAI, Google, Anthropic, Meta y xAI, que compiten por alcanzar lo que se ha dado en llamar la inteligencia artificial general (AGI): sistemas que igualen o superen las capacidades humanas en tareas complejas. Pero no solo compiten entre sí, sino que también alimentan un ecosistema donde cada empresa busca aplicar IA en su sector, y cada nación —sobre todo EE. UU. y China— lucha por su dominio estratégico.
Sin embargo, fuera de los círculos corporativos y gubernamentales, el entusiasmo es más frío. Para muchas personas, la IA todavía parece una solución en busca de un problema real, y los riesgos son evidentes: automatización que destruye empleos, algoritmos opacos que amplifican sesgos, y un ecosistema digital saturado de desinformación.
Una memoria colectiva que no olvida
A diferencia de otras revoluciones tecnológicas, la opinión pública ya no parte de cero. Los estadounidenses han sido testigos —y víctimas— de las consecuencias no previstas del auge de los smartphones, las redes sociales y los modelos de negocio basados en la atención. El resultado: plataformas que priorizan la monetización sobre el bienestar social y que han demostrado ser casi imposibles de corregir una vez consolidadas.
Por eso, el llamado a la moderación no es un capricho ni una señal de atraso tecnológico, sino una advertencia informada. Como si el público hubiese internalizado una lección clave de los últimos 20 años: los errores fundacionales en el diseño de nuevas tecnologías se pagan caro, y por mucho tiempo.
¿Y ahora qué?
La pregunta clave es si los desarrolladores de IA —y los responsables de su regulación— escucharán este llamado. Porque lo que está en juego no es solo la velocidad del progreso, sino su dirección. El momento actual ofrece una oportunidad rara: diseñar con cautela antes de que el cemento se seque.
Y quizás esta vez, el progreso verdadero no consista en llegar primero, sino en llegar bien.
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