La IA hace el trabajo… y también ofrece la coartada
- Malka Mekler
- hace 22 minutos
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Los modelos generativos replican patrones humanos con tal precisión que suplantan al autor original; sin mecanismos claros de verificación, la integridad académica y laboral queda en manos de la IA.

Engañar nunca había sido tan fácil como ahora, cuando la inteligencia artificial no solo ejecuta tareas en segundos, sino que también funciona como excusa perfecta para deslindar responsabilidad. Según información publicada por The Wall Street Journal, la expansión de modelos generativos ha creado un escenario en el que la tecnología puede producir trabajos completos, y al mismo tiempo servir como “culpable” cuando surge algún cuestionamiento.
El problema no se limita a la capacidad de resolver ejercicios matemáticos o redactar ensayos. La arquitectura de los modelos permite delegar acciones de principio a fin, reduciendo la intervención humana a unos cuantos clics y generando un producto que parece escrito o diseñado por una persona. Investigadores citados por el medio explican que, al incorporar un intermediario tecnológico, aumenta la disposición a actuar de forma deshonesta porque siempre existe la posibilidad de alegar que el error, la copia o la incoherencia provino del sistema.
A esto se suma un desafío técnico evidente, los detectores de contenido generado por IA no van al mismo ritmo que las herramientas que lo producen. Plataformas educativas afirman identificar buena parte de los textos automatizados, pero aún sufren falsos positivos y falsos negativos. En paralelo, han surgido modelos diseñados específicamente para “humanizar” la salida de la IA, hacerla más natural y evitar marcas lingüísticas que delaten su origen. Esa combinación vuelve cada vez más complejo rastrear si el trabajo es auténtico, modificado por IA o enteramente generado por un modelo.
Desde el punto de vista de desarrollo, la solución no pasa únicamente por crear detectores más estrictos. Expertos consultados por WSJ señalan la necesidad de integrar mecanismos de trazabilidad, como registros internos, metadatos obligatorios o indicadores transparentes de cuándo un contenido fue creado por una máquina. Sin esos elementos técnicos, el entorno académico y laboral queda en una zona gris en la que la IA hace el trabajo y también ofrece la coartada.
La consecuencia es clara, la integridad ya no se evalúa solo observando a la persona, sino analizando la relación que mantiene con las herramientas digitales. La tecnología abrió una vía rápida para hacer trampa y, al mismo tiempo, un refugio para culpar a un modelo que nadie puede verificar con certeza. El reto ahora es construir sistemas capaces de reconocer la autoría real, incluso cuando la máquina parece escribir igual, o mejor, que el ser humano.
